Luis Ángel Aguilar Montero (*)
¿Conoces Ustedes esa magnífica obra de Ibsen que se llama “Un enemigo del pueblo”?. La pieza fue estrenada en 1883 y creo que sigue tan vigente como entonces. Resumida, la historia es la siguiente: Stockmann, el médico de un balneario de una pequeña ciudad noruega, un día se da cuenta de que algunos turistas de los baños termales enferman gravemente. Tras ordenar algunos exámenes de laboratorio, encuentra que las aguas del balneario están contaminadas por las alcantarillas del pueblo y por los residuos de los curtidores de pieles, la otra actividad económica importante de la ciudad, mientras la gente se muere de tifus después de beber las aguas ‘medicinales’ del balneario.
El médico, orgulloso de su hallazgo, se apresura a hacérselo saber al alcalde, para que se corrija el problema. El balneario lógicamente debe ser cerrado durante dos años para permitir los trabajos de limpieza, y hay que publicar la verdad en la prensa, para que los visitantes no corran riesgos. El doctor entrega su estudio al periódico La voz del pueblo. Todo parece muy razonable, pero en pocas horas la sociedad articulada se pone en contra del doctor. Los accionistas del balneario se enfurecen y acusan al médico de ser un agitador político. Los trabajadores del mismo temen perder sus puestos y se levantan también contra él. El alcalde le sugiere al periódico que no se publique el artículo del médico, y La voz del pueblo, maniatada también, sigue sus instrucciones. El alcalde por su parte, publica un informe alternativo donde tranquiliza a la gente, diciéndole que todo es mentira y prometiendo que si sigue gobernando, aplicará las oportunas correcciones ya que lo que se pretende por parte de los agitadores es exagerar con fines ideológicos.
Tras convocar al foro de participación ciudadana, consigue el abucheo del médico y después de votar, todos, menos un borracho, se ponen contra el doctor Stockmann y lo declaran «enemigo del pueblo». Lo echan del puesto, el dueño de la casa donde vive pide que la desocupe, y el médico ve que sólo le queda el camino del exilio. La inmensa mayoría, manipulada por el periódico y por los accionistas del balneario, lo vapulean, rasgan su ropa, quiebran sus ventanas, expulsan a sus hijos del colegio. Finalmente es odiado por todos porque se atrevió a decir la verdad sobre la podredumbre de la ciudad.
Como podemos ver, la de Ibsen es una fábula sobre el problema de decir la verdad en una sociedad articulada, subvencionada, y enferma, ya que está corrompida y podrida por dentro. Los que dicen la verdad alejan a los inversionistas y van en contra del progreso económico; los que dicen la verdad, dañan la imagen de desarrollo de la ciudad; los que dicen la verdad, hacen peligrar los puestos de los trabajadores; los que dicen la verdad, son agitadores políticos que buscan el poder y por eso tratan de derrocar al gobierno o de arrancarle la mayoría absoluta con la que gobiernan. Los que dicen la verdad, encuentran muy difícil publicarla en los periódicos, y los periódicos que la publican son declarados también traidores o enemigos del progreso, enemigos del pueblo.
La moraleja es que lo que está pasando en Albacete sobre la verdad del tigre y la escuela de pilotos de la OTAN, se parece mucho a la denuncia del médico Stockmann. La gente interesada no quiere ni oír hablar de esta verdad. Quienes denuncian los posibles horrores que se nos avecinan, son apestados que pierden puntos y tienen pésima imagen. Quienes los niegan o minimizan, suben en las encuestas para ganar las elecciones. El doctor Stockmann, al final de la obra, manifiesta entre irónico y serio su decepción por la democracia y las mayorías están ciegas.
También aquí las mayorías políticas, empresariales o sindicales, parecen estar ciegas, o lo que es peor, ser indiferentes a los hechos que ven y que nos esconden. El temple moral de quienes repiten que las inversiones son lo que necesitamos y que por lo tanto, hay que callarles la boca a los aguafiestas que exageran con fines políticos las informaciones, deja mucho que desear.
Mi conclusión es bastante pesimista: hay algo oscuro en la conciencia gregaria y sumisa, de la mayoría de los seres humanos; parece que tenemos sed de líderes que nos digan lo que hay que hacer y que no queremos pensar por nosotros mismos. Así debemos ser los albaceteños. Los que digan una verdad que contradiga la mentira pública, serán declarados enemigos del pueblo. Salud ciudadanos, sigamos brindando con las aguas podridas del balneario en que vivimos o cambiemos –al menos con nuestro voto- esta realidad. Con todo mi cariño y esperanza.
*dedicado a mi alcalde Manuel Pérez Castell