Desde las comunidades cristianas populares (CCP) del estado español creemos que hay que recuperar el viejo lema del » No a las guerras» que tanto nos unió como ciudadanos/as de paz y condenar sin paliativos la intervención militar de Wladimir Putin.
La OTAN surgió en la “guerra fría” contraponiéndose al “Pacto de Varsovia”. Como éste ya no existe, la OTAN debería desaparecer porque no hace sino alimentar la “guerra fría” y la “guerra caliente”, el imperialismo USA y el armamentismo de los países socios, a costa de otros gastos necesarios y urgentes al servicio de sus pueblos (la misma UE acaba de aprobar 500 millones de € para la compra de “armamento ofensivo y letal” para Ucrania).
Ninguna guerra es justificable, ninguna, ni en defensa de la religión, la Patria o la seguridad nacional ni, mucho menos, bajo la vana excusa de llevar la democracia, la paz o el progreso. Las guerras siempre son una fábrica de refugiados, muertes, emigración y familias desmembradas.
Milenios ya conviviendo con las guerras, vengan de donde vengan, y todas nos demuestran que siempre sirvieron -y sirven- a mezquinos interés económicos, a la expoliación o a la expansión del poder y el imperialismo. Y siempre beneficiando a las élites políticas y económicas, a costa del sufrimiento de los pueblos y el sacrificio de sus vidas.
Nuestro “No al negocio de las guerras” es innegociable, ya sean con fines de saqueo o fines estratégicos de disuasión o de poder. Por eso decimos “No a las guerras” como perverso negocio armamentístico., y no a las Sanciones discriminadas, que siempre terminan sufriéndolas y pagándolas los pueblos.
Pero también decimos “No a las guerras silenciadas” por los altavoces mediáticos en Siria, Líbano, Irak, Yemen o el Sahara. No al genocidio, también silenciado, contra el pueblo palestino. No al silenciado exterminio, o expulsión de sus ancestrales tierras, de los pueblos originarios de Latinoamérica en beneficio del dañino extractivismo de las grandes corporaciones. No a las continuas masacres y asesinatos en Colombia, también silenciadas, de líderes indígenas, campesinos, sociales o sindicales.
Estos hipócritas silencios llevan más de 8 años dándose en Ucrania, mientras EEUU cercaba estratégicamente la frontera rusa, saltándose los acuerdos firmados por las partes y por la OTAN.
También nos callamos, cuando el actual gobierno de Ucrania, instalado tras un golpe de Estado orquestado por la superpotencia estadounidense, quemaron vivos a 48 sindicalistas en su sede de Odesa, ilegalizaron al partido comunista persiguiendo y asesinando a sus afiliados.
Y también cuando, durante los últimos 8 años, Ucrania ha estado bombardeando a los rusos perseguidos que huyeron a las repúblicas de Donetsk y Lugansk en el Dombáss.
De continuar por este sendero bélico, sin duda alguna, el mundo se verá abocado a una desastrosa guerra nuclear de resultados impredecibles para el ser humano y el planeta.
Decir “NO a las guerras” es decir “NO a la OTAN” y “NO a las Bases Militares en territorio ajeno; es exigir la desmilitarización, erradicar el tenebroso negocio del armamentismo y reducir drásticamente el gasto militar, dedicándolo a paliar el hambre y la pobreza del mundo para sanear nuestro deteriorado planeta. No existe mayor seguridad mundial que ello.
Las guerras nunca conducen a la paz. La paz sólo se consigue con la fraternidad, la igualdad, la libertad y el respeto riguroso con el Planeta y entre las distintas culturas y pueblos. Hemos de ser pacifistas y optar por la cooperación mutua como forma de seguridad. Pero ser pacifistas es optar por los DDHH como norma universal, empezando por el derecho a la vida y a una vida digna. La paz no es solo la ausencia de guerra declarada, sino un orden justo. La paz no es solo la meta y el objetivo, sino el camino y el método para resolver los conflictos humanos y convivir humanamente.
Por eso, terminamos gritando lo mismo que al comienzo: NO A LAS GUERRAS / NO A LA OTAN / NO A LAS BASES MILITARES / SI A LA PAZ.