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ISABEL QUINTANA: Trabajadoras del Hogar y cuidados.

Isabel Quintana, más conocida como Liz Quintana es una procuradora y licenciada en Derecho que lleva muchos años defendiendo la causa de las Trabajadoras del Hogar, único colectivo de trabajadores que adolece en España de muchos derechos, entre otros el del paro.

Por eso, cuando desde UTOPÍA, la revista de Cristian@s de Base, se me encarga entrevistarla, enseguida conectamos gustoso con ella, habida cuenta de que la revista ha elegido como tema general para este año 2022 «Los cuidados al servicio de la vida«, y como lema para su nº 121, «El cuidado de l@s que no cuentan«, y de eso Liz, sabe lo suyo.

A continuación reproducimos la entevista completa que le hicimos en UTOPIA a esta Licenciada en Derecho por la UPV y Procuradora desde 1.995, que es Isabel Quintana, quien optó, milita, colabora y asesora a grupos de mujeres y colectivos de trabajadoras del hogar y los cuidados desde 1.982  y desde 1.990 forma parte de distintos Colectivos.  

Actualmente, Isabel Quintana se centra en la Colectiva “Trabajadoras No Domesticadas” de Bilbao y el Centro Asesor para Mujeres “Argitan” de Barakaldo, colaborando también con otros grupos, como la Asociación “Mujeres con Voz” de Getxo.

En alguna parte oímos que su opción por estos colectivos le viene de una profunda convicción, ya que le tocó sufrirlo en persona, ya que su madre fue trabajadora de hogar y de los cuidados, durante muchos años de su vida. Y ella nació y creció viviendo la falta de derechos laborales.

Incontables charlas, jornadas, mesas redondas, talleres, artículos y ponencias relacionados con esta materia, tanto a nivel nacional como internacional, y representante -de los grupos en los cuales participa- en encuentros con Sindicatos y Administración a nivel local, autonómico y central.

Por todo ello Isabel Quintana, Elisa o, mejor LIZ, para nosotras, es una de las mejores interlocutoras con la que podíamos empezar nuestro tema dedicado a los “Cuidados al servicio de la vida”

1. ¿Qué entendemos por “cuidados” y qué clichés tenemos que romper en su favor?

Normalmente -y en una visión bastante simplista o parcial de este tema (muchas veces, muy interesada, por cierto), se suelen identificar los cuidados únicamente con las situaciones de dependencia vinculadas, en su mayoría, a la edad o a la salud.

En este sentido, se identifican “cuidados” con personas adultas, muy mayores, o jóvenes con distintos problemas de salud, que dejan de ser autónomas y necesitan de terceras personas que les apoyen en diferentes facetas de la vida.

Y esta imagen suele ser la habitual y, aunque también es fácil identificar los “cuidados” con las y los menores o con las niñas y niños, pero no suele ser lo primero que viene a la mente cuando se habla de cuidados, en general.

Sin embargo, decimos que esta es una visión muy parcial porque deja fuera o invisibiliza un montón de trabajos, tiempos y esfuerzos cotidianos que son imprescindibles para que la vida se dé y el mundo siga funcionando.

Se parte de la falsa ilusión de que todas las personas adultas “jóvenes y sanas” son autónomas e independientes y no requieren de cuidados, pero esto no es así. Todas las personas somos interdependientes y necesitamos de cuidados, con diferente grado e intensidad, a lo largo de nuestra vida, en sus diferentes etapas.

Quizás este sería el primer cliché que hay que romper cuando hablamos de cuidados.

2. Los cuidados de la vida, ¿tienen ahora un mayor sentido y atención o solo son a nivel teórico?

Es cierto que, afortunadamente, es un tema que tenemos cada vez más presente. Y es lógico que así sea porque, es algo que nos atraviesa a todas las personas e, ineludiblemente a lo largo de la vida, vamos a estar en uno u otro lado, dando o recibiendo cuidados. Nadie nos escapamos o quizás, algunas personas sí; aquellas que, por distintas condiciones (sexo, clase social, estatus económico, origen nacional, situación administrativa,…) eluden su parte de responsabilidad y la trasladan a terceras personas -normalmente a una mujer- y, en muchas ocasiones, empobrecida o precarizada.

Sin embargo, existe el peligro, como con otros muchos temas, de que termine siendo una “moda” hablar de cuidados y nos estanquemos en la parte teórica sin aterrizar a la práctica cotidiana y sin empezar a dar los pasos necesarios para una auténtica transformación social que vea los cuidados, no solo desde el papel o la teoría, sino desde el abordar los cambios necesarios, a distintos niveles, para reconocer los cuidados, desde esa perspectiva amplia de la que hablábamos en la primera pregunta, como necesidades, responsabilidades y derecho colectivo.

3. ¿Qué relación tiene el feminismo con los cuidados? ¿Es el de los cuidados como derecho colectivo, un tema central para abordar desde los feminismos?

Habría que partir del reconocimiento de que hablar de cuidados, hoy por hoy, sigue siendo hablar de mujeres. Históricamente, y hasta hoy, la mayor carga de cuidados sigue siendo asumida por las mujeres, de forma no remunerada o a través del mercado. Y en ambos casos, con muy poco reconocimiento y desde la invisibilización de todo lo que esto supone y las consecuencias vitales y de salud para las mujeres cuidadoras.

Siendo esto así y siendo muy importante visibilizar y sacar a la luz todos estos trabajos, quiénes los realizan, en qué condiciones, a cambio de qué, o con qué consecuencias…tendríamos que comenzar –y sería muy interesante- cambiando el foco y hablar también de quiénes están eludiendo sus responsabilidades en todo este asunto: los hombres, el estado o las administraciones, las personas que ostentan distintos privilegios, las sociedades,…

En este sentido, los feminismos han venido a levantar el velo y a mostrar todo lo que estaba escondido; muchas veces de una forma consciente y otras, desde la comodidad de que es más fácil no ver aquello que nos toca, nos interpela y nos va a sacar de la zona de confort.

Por otro lado, cuando hablamos de cuidados remunerados, no podemos eludir hablar de las mujeres migradas que están sosteniendo una parte muy importante de los cuidados remunerados, sobre todo desde el empleo de hogar y, en un gran número, desde la contratación en régimen interno.

Dicho esto, también es justo reconocer que al feminismo más “oficial” no le ha sido fácil colocar el tema de los cuidados con un carácter prioritario en sus agendas políticas y ha sido labor de diferentes Colectivas y compañeras feministas que hemos estado peleando la centralidad de los cuidados como eje prioritario de trabajo para lograr una verdadera transformación social y sociedades y comunidades más justas y equitativas y, en ese sentido, vidas más vivibles para todas las personas.

Así, creo que las huelgas del 8 de marzo de los últimos años y el trabajo para su preparación, fueron un antes y un después en este tema, sirviendo para abrir debates y canalizar un posicionamiento. No obstante, seguimos en la reflexión, la incidencia política y el trabajo personal y colectivo para ir dirigiéndonos a ese horizonte de los cuidados como derecho colectivo, visto en clave de justicia.

4. Economía de los cuidados, economía feminista, economía por la Vida… ¿qué relación o culpa tiene el capitalismo en todo esto?

El sistema capitalista en un sistema voraz que trata de mercantilizar y obtener un provecho económico de todas las facetas de nuestra vida y que ha visto en los cuidados un gran nicho de negocio, sobre todo en los últimos años.

Este sistema ha extraído, y lo sigue haciendo, un beneficio muy importante de los cuidados no remunerados sostenidos por las mujeres en los ámbitos más cercanos, sobre todo, las familias.

Ese beneficio se traduce en el ahorro al no crear servicios públicos de calidad y universales y también en cierta “paz social” en la medida en que, mientras los cuidados sean asumidos por un parte muy importante de las mujeres, “por amor o por muy poco dinero” se evita el conflicto y la reivindicación de otras formas de organización social.

Este mismo esquema trata de funcionar y ponerse en práctica cuando los cuidados salen del marco de los hogares al mercado y así, es muy fácil ver las pésimas condiciones laborales de las trabajadoras de cuidados: Residencias, Sad y, sobre todo, las trabajadoras de hogar cuidadoras, y cómo se intenta jugar con los afectos o apelar a los sentimientos, buscando que estas mujeres acepten este status quo sin protestar o se sientan “mal” si lo hacen.

5. En una sociedad que fomenta las aglomeraciones y olvida a las personas, ¿qué deberíamos pensar de cara a las personas que viven solas, los enfermos mentales, los mayores, las personas migrantes, los pobres….esos nadies o inútiles para una sociedad de la prisa y de la inteligencia artificial?

En primer lugar, volvería a insistir en la importancia de empezar a romper con esa dicotomía entre personas autónomas y personas dependientes. Esto no significa cerrar los ojos a la realidad de que hay personas que, por diferentes circunstancias y en diferentes momentos vitales, necesitan recibir mayores cuidados. Del mismo modo, que existen otras que, por otras circunstancias, por ostentar ciertos privilegios, eluden su parte de responsabilidad en este tema.

Por otro lado, debemos dejar de tratar los cuidados desde una perspectiva mercantilista, privatizada, feminizada, atravesada por sesgos de clase social, raza, origen,….No es posible que no se garanticen cuidados universales y de calidad para todas las personas y que solo accedan a “buenos cuidados” quienes tienen un nivel económico para poder adquirirlos en el mercado.

6. ¿Qué trato están recibiendo las trabajadoras de hogar? ¿Son las grandes olvidadas?

Efectivamente, existe un ejercicio continuo de invisibilización, porque no es algo azaroso, sino consciente. Como decía antes, es incómodo ver aquello que nos interpela, nos cuestiona y nos obliga a posicionarnos. De ahí, la importancia que tienen los cuidados como elemento de transformación social, si los abordamos desde esa perspectiva de derecho y responsabilidad colectivas.

Y en todo este entramado, las trabajadoras de hogar y cuidados juegan un papel fundamental.

Primero, por la carga de cuidados que están sosteniendo y segundo, por las condiciones en que lo están haciendo. Por señalar solo algunas cuestiones muy importantes, es el único sector donde existe una figura como es la “interna” cuidadora que vive en la misma casa donde trabaja, pretendiendo sus empleadores que esté a disposición las 24 horas del día los 7 días de la semana. No podemos olvidar que, en el régimen interno, casi el 95% de las trabajadoras son mujeres migradas y el rol que juega en todo esto la ley de extranjería es perverso.

No es admisible seguir manteniendo una apariencia de “tema resuelto” cuando lo es a costa de los tiempos, los esfuerzos, la salud,… de cientos de miles de mujeres, empobrecidas, precarizadas, migradas, racializadas,…Al menos, no es ese el tipo de sociedad que algunas queremos construir y, partiendo de eso, es responsabilidad individual que nos preguntemos cada uno de nosotros, no solo qué cuidados necesitamos y queremos, sino hasta dónde alcanza nuestro compromiso para alcanzar ese objetivo.

7. Y para terminar, ¿Nos lanzarías alguna cuestión más para el debate, en el ámbito de las trabajadoras de hogar y los cuidados?

Pues suele ser frecuente que quien contrata sin respetar unas mínimas condiciones de salario o descansos, aluda a que lo “necesita” y utiliza esa “necesidad” para justificar, por ejemplo, jornadas muy extensas o salarios de miseria.

Sin embargo, nadie se para a pensar cómo resuelven esas mismas necesidades de cuidados las trabajadoras de hogar, con su hijas e hijos, con sus padres o madres, con sus propias necesidades,…

Nos movemos en un mundo bastante hipócrita en insolidario, en el que exigimos que se atiendan nuestras necesidades, pero no préstamos atención a las necesidades de las otras.

En este sentido, es urgente el debate sobre qué tipo de sociedades o comunidad queremos construir y qué herramientas vamos a poner en marcha para atender todas estas realidades, sin dejar a nadie fuera.

Gracias a Isabel Quintana tanto en mi propio nombre como en el de la Revista Utopía, donde tambien podéis encontrar esta entrevista.

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