Tomo éstos conceptos,
acuñados por Camilo Torres,
-el cura guerrillero de quien este año celebramos el 50 aniversario de su asesinato-,
para recordar hacía quien debemos dirigir nuestra acción política ahora, que tanto se habla de pactos y siempre.
“… Si no logramos dar de comer a la mayoría de los hambrientos -decía Camilo a los cristianos de Bogotá en 1965-, ni vestir a la mayoría de los desnudos, ni enseñar a la mayoría de los que no saben, tenemos que buscar medios eficaces para el bienestar de las mayorías”
Tantas veces me ha tocado hablar de la interconexión Fe-Política y tantas veces he tenido que explicar porque mi opción política venía predeterminada por mi fe, que no es de extrañar que sean el colombiano Camilo Torres Restrepo o el Español Alfonso Carlos Comín, dos de mis principales referentes. Del segundo siempre me gustó esa sempiterna queja de estar como fuera de lugar “Cristianos en el partido y comunistas en la Iglesia” y del primero vamos a recordarle un poco.
Y todo porque hoy sábado 2 de abril, en la madrileña Parroquia de San Carlos Borromeo, El COR de Madrid celebrará a las 18,30 h el 36º aniversario del asesinato de Monseñor Óscar Romero, con un especial recuerdo hacia el sacerdote colombiano Camilo Torres, “el cura guerrillero”, abatido en combate hace 50 años.
Como dice Martha Lisbeth Alfonso:
“ …más allá del personaje carismático que fue Camilo y más acá de su estigmatización como guerrillero, lo que realmente engendró Camilo fue un estilo de vida y desde éste, una ideología. (…) Camilo nos legó un estilo de vida, una forma ejemplar de ser y de hacer las cosas, una vocación que está caracterizada por el amor al prójimo, por el servicio a los demás, por el trabajo con el pueblo, con los más desfavorecidos y frágiles. (…) La obra de Camilo nos orientó hacia las bases, hacia el trabajo popular, hacia la construcción de poder desde abajo y con urgencia, nos orientó hacia el desarrollo práctico y rápido de procesos de masas, que sumen, que agiten; nos enseñó la política del amor eficaz como acción concreta para para relacionarnos con los demás, desde el ejemplo, desde la respuesta a la necesidad, desde la transformación de aquello insoportable, inadmisible, que no condujera al bienestar del prójimo, a su beneficencia y felicidad.
Y es que el ejemplo de Camilo puede servirnos a muchas personas, colectivos, comunidades y hasta partidos. Y me gusta esa manera de sintetizar que expresa Martha Lisbeth en “Camilo Torres: la unidad entre fe y política como proceso transformador”
Camilo nos enseñó la mística, la devoción, la fe; nos mostró la importancia del símbolo para relacionarnos desde el afecto, desde la risa y la alegría. Ese estilo de vida, esa forma de ser, ese actuar, alumbró un proceso de reflexión transgresor dentro de la izquierda colombiana y por supuesto, dentro de la iglesia católica. Camilo fundó el cristianismo revolucionario, que bebiendo de la Teología de la Liberación, fue más allá y aplicó de manera directa y eficaz métodos concretos de intervención de la realidad, formas específicas de agremiación, agitación, unidad y acción política.
Camilo fue un hombre que desarrolló pensamiento propio y políticamente situado, por tanto, acuñó una serie de ideas que podrían concebirse como un sistema de concepción del mundo, de la acción humana y de la producción de realidades, siendo la opción por los desfavorecidos y contra la injusticia, los principios rectores de la transformación hacia una sociedad ideal.
Quien sienta dolor por el dolor ajeno,
quien sienta la necesidad de actuar en todo momento,
quien se piense herramientas creativas para articularse a los movimientos, a las organizaciones, a los procesos,
quien sufra el activismo como devoción,
quien crea necesario sumar con todos y con todas,
quien escriba y dialogue de manera abierta y amplia, sin miedos, como método afectivo de conquista,
quien construya más allá de las tiranas estructuras,
quien construya desde la mística y la simbología,
quien guste del barrio y del pobre,
quien se obsesione por el poder desde abajo y desde todos los rincones y
quien sienta amor y fe en esta causa por la transformación de lo que tenemos y hacia lo que soñamos, más que razón y confianza en las teorías y métodos para lograrlo,
es un camilista y tiene que ponerse a orar desde adentro y a actuar afuera
“porque la lucha es larga, comencemos ya”.
A lo que sólo bastaría decir AMÉN,
o en términos laicos más actuales, SI SE PUEDE.