jueves, abril 25, 2024
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No me llames extranjero

¿Quién es Ilegal?*

Las Comunidades Cristianas Populares de Albacete, coincidiendo con la Celebración de la Jornada Mundial de las Migraciones, quieren plantear para la reflexión común algunas pistas que tanta actualidad cobran hoy ante un tema tan vigente como es el de la Inmigración.

En Albacete, como en Castilla La Mancha y, en general, en España, estamos recibiendo cada día más personas que huyen -en su mayoría- de la miseria o la guerra, con la esperanza de encontrar entre nosotros lo que ninguna frontera puede impedir, ni a ningún ser humano se le puede negar: el derecho a la educación, la vivienda, la sanidad, la alimentación o el trabajo. Y esto es una realidad, aunque en un número muy inferior al que se dice y con unos índices muy por debajo de la media europea (el nª de inmigrantes sobre la población total es del 6,5% en Europa, del 2,5% en España, del 0,7% en CLM y del 0,6% en Albacete).

El inmigrante «ilegal» viene ya caracterizado por el estigma de la pobreza pues los inmigrantes, no nos engañemos, no son excluidos por sus costumbres, su raza o su cultura, sino por el hecho de ser pobres. Y esta marginación, para colmo, se viene agravando por ese monstruo del racismo y la xenofobia que nuestro gobierno del PP y los poderes mediáticos están alimentando al alarmar al ciudadano con exagerados peligros y distorsionados prejuicios como que aumentan la delincuencia y la inseguridad, que nos quitan el trabajo y otras falsedades que se airean cotidianamente.

Con esas excusas, las leyes de extranjería se van endureciendo continuamente y se va etiquetando a los «ilegales» como personas -generalmente negros o de piel morena- que no tienen dónde caerse muertos y que vagan por el mundo buscando dónde y cómo vivir mañana. Estas injustas leyes permiten deportar a todos aquellos que se instalan junto a nosotros, sin previo aviso, sin papeles y, por supuesto, sin permiso, aunque hayan venido empujados por la miseria y la muerte, pues se dice que no tienen derecho a venir «irregularmente», como si el anhelo de supervivencia pudiera ser algo irregular.

O sea, que declaramos «ilegal» al pobre pero nos olvidamos que la primera ley (ya no hablemos desde la perspectiva del Evangelio sino desde una mínima ética universal) es la que protege el derecho a la vida -que es el Primer Derecho-. Según esto, ilegales son las leyes que niegan el derecho a la vida e ilegales, en todo caso, serían quienes las dictan. Por todo ello, estamos convencidos de que hay que desobedecerlas y, por supuesto, desobedecerles.

Te invitamos, amigo lector/a, con toda la humildad del mundo, a ponernos la mano en el corazón y seguro que entonces empezamos por exigir los derechos humanos de los inmigrantes y por reconocerlos como personas, como iguales. Porque en este mundo global y globalizado sólo cabe una ciudadanía global; ni regulación de flujos, ni cupos, ni fronteras. Nuestra Utopía es la Plena ciudadanía.

Las soluciones pasan por invertir en verdaderos planes de «Cooperación Internacional» para que los ciudadanos de los países empobrecidos no tengan que abandonar su tierra para vivir en la marginalidad y exclusión de la «dorada Europa». Pero ojo que no hablamos de esas Ayudas Oficiales al Desarrollo, que hacen pasar por cooperación lo que no es sino beneficios propios y hasta gastos militares, ni tampoco de los presupuestos que -como pretendía el Sr. Aznar en la última cumbre de Sevilla- se van a dedicar a «frenar» la emigración ilegal.

Para terminar queremos hacerlo con esas palabras que escribiera Rafael Amor y nos cantara Alberto Cortés de «No me llames extranjero» … mírame bien a los ojos/ y verás que soy un hombre/ ¡No puedo ser extranjero!

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