Este jueves tuve el honor de participar en el último programa de la Tuerka, escasas horas después de la dimisión de Juan Carlos Monedero que con toda naturalidad le mandaba un fraterno saludo a su amigo Pablo Iglesias y horas después nos confesaba cenando que no sólo no tiraba la toalla, sino que su proyecto seguía siendo Podemos y que ahora, fuera de la dirección, podría trabajar el doble y con menos ruido mediático para llevar a Pablo Iglesias a la Presidencia de este país.
En esta nueva edición EN CLAVE DE TUERKA, hablamos de “Iglesia y política” y aunque puedes ver el programa integro aquí
quiero dejar algunas reflexiones personales sobre las que preparé parte de mi intervención a raíz de la Instrucción pastoral de la CEE: titulada “Iglesia, servidora de los pobres” que ya anticipo es buena pero habrá que tomarla con mucha cautela pues como dijo el mismo Papa Francisco: “Las palabras sin el ejemplo, son palabras vacías, son ideas y no llegan jamás al corazón y además, hacen mal”.
En general, ante éste documento diríamos que:
1. Bienvenida la instrucción si sirve para impregnar la actuación de todas las instituciones de la iglesia; parece que los obispos españoles quieren pasar página. No sé si todos estarán de acuerdo pero lo han votado. Y parece que ha debido doler en el PP ya que de alguna manera, los obispos se apartan definitivamente de la doctrina social y política del PP, por primera vez no asumen las tesis populares de la recuperación económica, han criticado la corrupción, el tratamiento de los inmigrantes y han pedido que no se desmantele el Estado de bienestar (recortes).
2. Es de agradecer también que por fin pidan perdón, es verdad que con la boca pequeña y en una sola frase, pero bueno. “… por los momentos en que no hemos sabido responder con prontitud a los lamentos de los más necesitados”. Los obispos españoles han entonado este mea culpa por primera vez en muchos años, apremiados por sus propias organizaciones cristianas, que les cuestionábamos su silencio ante la crisis económica, la pobreza creciente, el despilfarro y la corrupción (HOAC, JOC, CCP, Cáritas, RRCC, o la A.T. Juan XXIII).
3. Por eso hay quien lo califica de profético, arriesgado y valiente, (J.M. Vidal) que sólo es posible, “porque en Roma está el Papa Francisco y porque, en Añastro, (sede de la CEE), ya no manda el cardenal Rouco Varela” que lo hizo 12 años, sino el nuevo Arzobispo de Madrid, Ms. Osoro.
4. Aunque no aporta nada excesivamente novedoso. Se trata de las ideas de toda la vida ya incluidas en la “doctrina social de la iglesia“ y escrito ya por Papas como Juan Pablo II o el mismo Benedicto XVI.
5. Pero yo creo que habría que tomarlo con mucha cautela, porque además de salir demasiado tarde (La última vez que los obispos alzaron la voz sobre este tema fue hace 20 años con el título “La Iglesia y los pobres’), hay que ver cómo concretarán esas ideas para sintonizar con el mensaje del Papa Francisco.
6. De hecho habrá que ver si cuando lleguen las elecciones:
• vuelven a poner como prioridad la defensa de la vida de no nacido,
• siguen defendiendo los acuerdos Iglesia – Estado y por tanto la financiación que reciben del Estado,
• siguen con su campaña retro por las clases de religión, o con la retirada de la Ley del Aborto, porque en ese caso habría que decir aquello de que una cosa es lo que predican y otra lo que hacen; o que no impresionan “unas afirmaciones grandilocuentes, negadas por unas prácticas incoherentes”
7. Yo les hubiera pedido más:
* Si querían ser coherentes y cumplir lo de obras son amores, que hubieran hecho como sus homónimos griegos, ofreciendo sus bienes para salvar al país; porque en lugar de eso, con las INMATRICULACIONES a su nombre, lo que han hecho hasta ahora, ha sido lo contrario.
* Y si querían ser creíbles, Denunciar al gobierno de verdad, con nombres y apellidos (“Partido Popular”, “Mariano Rajoy”, etc.); Evidenciar la perversión del Sistema Capitalista (“Unión Europea”, “Fondo Monetario Internacional…”); Responsabilizar al Imperio (“OTAN, transnacionales”…), garante del desmantelamiento del estado del bienestar que los obispos critican; Controlar las cadenas de su propiedad (Cope o 13TV) que siguen defendiendo al PP del que dicen desmarcarse y machacando a Podemos a todas horas, cuando es precisamente, ese programa de Igualdad de Podemos, el que más se acerca al sueño del Nazareno.
Sólo cuando se denuncia específicamente a los responsables de algo grave, la crítica es creíble.
En cualquier caso es positivo, no obstante, que se pronuncien públicamente como lo han hecho, porque ya era hora, pero si luego siguen cercanos a los sectores tradicionales que apoyan la Iglesia con privilegios y no son críticos en casos concretos que se puedan presentar o que tenemos ya encima de la mesa, las cosas no habrán cambiado esencialmente.
Los Obispos están intuyendo que, de seguir lavándose las manos ante tanta barbarie, no solo están perdiendo credibilidad ante los creyentes, sino que pasaran a la historia como unos pusilánimes que permitieron tantas inhumanidades, que el tiempo les pasara factura y que las generaciones venideras nunca comprenderán como permitieron tantas injusticias y agresiones contra el pueblo.
Me gusta especialmente lo afirmado en la NdP del obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño, D. Juan José Omella , probablemente redactor del documento y de los obispos más cercanos a la línea marcada por el Papa Francisco, cuando afirma que “La pobreza es evitable en la actualidad”, y sobre todo cuando el responsable de la pastoral social episcopal, pidió un pacto social contra la pobreza y “recuperar la dimensión ética de la economía”.
Sobre la corrupción, que tachan de “mal moral y grave deformación del sistema político”, también me gusta cuando afirman: “Los procesos de corrupción que se han hecho públicos, derivados de la codicia y la avaricia, provocan alarma social y despiertan gran preocupación. Esas prácticas alteran el normal desarrollo de la actividad económica, impidiendo la competencia leal y encareciendo los servicios. El enriquecimiento ilícito constituye una seria afrenta para los que están sufriendo las estrecheces de la crisis; esos abusos quiebran gravemente la solidaridad y siembran la desconfianza social” EP.
Referencias en los medios:
• http://www.eldiario.es/sociedad/obispos-espanoles-publicamente-politicas-PP_0_381812076.html
• http://politica.elpais.com/politica/2015/04/27/actualidad/1430150444_615775.html
• http://blogs.periodistadigital.com/religion.php/2015/04/26/p367779#more367779
• http://iniciativadebate.org/2015/04/27/los-obispos-espanoles-rompen-publicamente-con-las-politicas-del-pp-y-piden-perdon-por-primera-vez
105ª ASAMBLEA PLENARIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA
Madrid y Ávila, 20-24 de abril de 2015 (Resumen de los 24 folios)
Instrucción pastoral de la Conferencia Episcopal Española: Iglesia, servidora de los pobres
La reunión de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española se clausuró el pasado viernes, 24 de abril, en Ávila con la aprobación de la Instrucción Pastoral Iglesia, servidora de los pobres.
En este documento, los obispos quieren compartir, con los fieles y con quienes deseen escuchar su voz, su preocupación ante el sufrimiento generado por la grave crisis económica, social y moral que afecta a la sociedad española y su esperanza por el testimonio de tantos miembros de la Iglesia que han ofrecido lo mejor de sus vidas para atender a quienes más sufrían las consecuencias de la crisis.
Estructurada en cuatro partes, la Instrucción pastoral comienza analizando la situación social actual (1) y los factores que están en su origen y lo explican (2). Seguidamente enumeran los principios de la Doctrina social de la Iglesia que iluminan la realidad (3) y ofrecen su propuesta desde la fe.
+ En la primera parte, dedicada a describir la situación social, los obispos se fijan en los nuevos pobres y las nuevas pobrezas, de manera especial la que sufren en primer lugar, las familias golpeadas por la crisis. En ellas no es difícil encontrar muchos jóvenes sin trabajo y con grave riesgo de caer en situaciones desesperadas, ámbitos en que se da la pobreza infantil, ancianos olvidados o mujeres afectadas por la penuria económica. Además de las carencias económicas y sociales en las familias, los obispos señalan también la pobreza en el mundo rural y en quienes se dedican al mar, y acentúan la pobreza originada por la emigración que, haciendo visible el derecho a encontrar mejores condiciones de vida, hoy significa la pobreza de los más pobres. Los inmigrantes sufren más que nadie la crisis que ellos no han provocado y los países que los reciben recortan sus derechos y limitan, también para ellos, los servicios sociales básicos. Los obispos piden en este ámbito a las autoridades nacionales y de la Unión Europea actitudes de generosa acogida y cooperación con los países de origen que permitan su desarrollo.
Además de las nuevas pobrezas, la Instrucción Pastoral señala como rasgo de la sociedad actual la corrupción, a la que define como un mal moral y cuyo origen es, según los obispos, la codicia financiera y la avaricia personal. Estas situaciones de corrupción provocan alarma social, alteran el funcionamiento de la economía, impiden la competencia leal y encarecen los servicios. La corrupción es una grave afrenta a nuestra sociedad, es una conducta éticamente reprobable y es un grave pecado. La necesaria regeneración personal y social vendrá por un mayor aprecio al bien común, que se origina en las virtudes morales y sociales, se fortalece con la fe y se hace visible en el amor al prójimo.
Tanto las nuevas pobrezas como la corrupción están facilitadas por el empobrecimiento espiritual. El talante personal y el comportamiento moral de las personas están dañados por la indiferencia religiosa, el olvido de Dios o la despreocupación por la cuestión sobre el destino trascendente del ser humano. No se puede olvidar, dicen los obispos, que la personalidad del hombre se enriquece con el reconocimiento de Dios que sostiene nuestra dimensión ética, nos impulsa al amor a todo hombre, haciendo de la caridad fraterna la señal distintiva.
+ En la segunda parte, la Instrucción pastoral señala cuatro factores que explican la situación social actual. El primero de ellos es la negación de la primacía del ser humano que se apoya en la dignidad que Dios le otorga. El segundo es el dominio de lo inmediato y lo técnico en la cultura actual. En ésta, el primer lugar lo ocupa lo exterior, lo inmediato, lo visible, lo rápido. La técnica parece ser la razón última de todo lo que nos rodea y su desarrollo se presenta como la panacea para resolver todos los males del hombre. El modelo social centrado en la economía es el tercer factor que explica esta situación de crisis: la burbuja inmobiliaria, el excesivo endeudamiento, la falta de regulación y supervisión de los mercados han ocasionado una época de recesión, para la que la única solución presentada es la lógica del crecimiento, como si “más” fuera igual a “mejor”. Por último, en cuarto lugar, encontramos, como consecuencia de la lógica del crecimiento, una cierta idolatría de los mercados, cuando en realidad, la actividad económica, por sí sola, no puede resolver todos los problemas sociales; su recta ordenación al bien común es incumbencia, sobre todo, de la comunidad política, la que cual no debe eludir su responsabilidad en esta materia.
+ La tercera parte de la Instrucción consiste en una explicación de los principios de la doctrina social de la Iglesia que iluminan la realidad y pueden ayudar a la solución de los graves problemas que le afectan. El primero de ellos es la primacía de la dignidad de la persona: el ser humano es la medida de todas las cosas, no un instrumento al servicio de la producción y del lucro. Los obispos instan a un modelo de desarrollo que ponga en el centro a la persona. Si la economía no está al servicio del hombre, se convierte en un factor de injusticia y exclusión.
El segundo principio es que los bienes tienen una dimensión social y un destino universal, como se vivía ya en el Antiguo Testamento y enseñaron los Padres de la Iglesia. La acumulación de los bienes en pocas manos es una grave injusticia, pues la propiedad privada está orientada al bien común. Por eso, dice la Iglesia, Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos de forma equitativa, según los principios de la justicia y de la caridad.
En la vida social, otro principio ineludible es el de la solidaridad y el equilibrio entre los derechos y los deberes. La solidaridad es el empeño firme y perseverante por el bien común, es decir por el bien de todos y cada uno. La convivencia implica que los derechos de unos generan deberes en otros y que la satisfacción de unos depende de la diligencia de los otros. Los derechos económico-sociales no pueden realizarse si todos y cada uno de nosotros no colaboramos y aceptamos las cargas que nos corresponden; de igual modo que el derecho a los bienes materiales conlleva el deber del trabajo diligente del hombre. El bien común es el bien de ese “todos nosotros”, formado por individuos, familias y grupos intermedios que se unen en una comunidad o sociedad. Desear el bien común y esforzarse por él es exigencia de justicia y caridad.
El principio de subsidiariedad señala las funciones y responsabilidades que corresponden a las personas individuales en el desarrollo de la sociedad a través de comunidades y asociaciones de orden familiar, educativo, cultural, etc. Al mismo tiempo, regula las funciones que corresponden al Estado y a los cuerpos sociales intermedios, para impedir la tendencia totalitaria de los estados. El principio de subsidiariedad permite un justo equilibrio entre la esfera pública y la privada; reclama del Estado el aprecio y apoyo a las organizaciones intermedias y el fomento de su participación en la vida social. Por último, entre los principios de la Doctrina Social se señala el derecho a un trabajo digno y estable que permite la integración y la cohesión social, por lo que cualquier política económica debe estar al servicio del trabajo digno.
+ La cuarta parte de La Iglesia, servidora de los pobres, ofrece ocho propuestas esperanzadoras desde la fe para vivir el compromiso caritativo, social y político.
– Promover una actitud de renovación y conversión, que nos identifique con Cristo y que salga al encuentro de los pobres, siendo instrumentos para su liberación, promoción e integración en la sociedad.
– Cultivar una espiritualidad que impulse al compromiso social. Sólo el encuentro con el Amor de Dios, puede transformar y purificar los corazones de los discípulos, cambiándolos de egoístas y cobardes en generosos y valientes; de estrechos y calculadores, en abiertos y desprendidos.
– Apoyarse en la fuerza transformadora de la evangelización, porque el anuncio del Evangelio, fermento de libertad y de fraternidad, ha ido acompañado siempre de la promoción humana y social de aquellos a los que se anuncia.
– Como consecuencia de lo anterior, profundizar en la dimensión evangelizadora de la caridad y de la acción social, desde el testimonio personal y sin olvidar el anuncio explícito de Jesús. Tenemos, además, el reto de ejercer una caridad más profética. No podemos callar cuando no se reconocen ni respetan los derechos de las personas, cuando se permite que los seres humanos no vivan con la dignidad que merecen.
– Promover el desarrollo integral de la persona y afrontar las raíces de las pobrezas. Además de atender a las necesidades más urgentes, el acompañamiento de las personas es la base de la acción caritativa: No se trata sólo de asistir y dar desde fuera, sino de participar en sus problemas y tratar de solucionarlos desde dentro.
– Defender la vida y la familia como bienes sociales fundamentales.
– Afrontar el reto de una economía inclusiva y de comunión. La reducción de las desigualdades debe ser uno de los objetivos prioritarios de una sociedad que quiera poner a las personas, y también a los pueblos, por delante de otros intereses.
– Fortalecer la animación comunitaria. Es necesario que la comunidad cristiana sea el verdadero sujeto eclesial de la caridad.
En su conclusión, los obispos alientan una vez más la esperanza de los que sufren las consecuencias de la grave crisis actual y se ponen junto a ellos: “Estamos con vosotros; juntos en el dolor y en la esperanza; juntos en el esfuerzo comunitario por superar esta situación difícil”. Al mismo tiempo, agradecen el esfuerzo de quienes viven la caridad con el prójimo y animan a imitarlos, no sólo en las relaciones cotidianas sino también en las relaciones sociales, económicas y políticas.
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