Cuando muchos informativos gallegos andaban ayer pendientes del entierro de Rosalía de Mera, (una de las mujeres más ricas de Europa, ex mujer de Amancio Ortega, copropietaria de Inditex y, al final de sus días, filántropa y solidaria dama), uno -que anda unos días por estas maravillosas tierras gallegas- ha tenido el honor de asistir a otro cementerio, el de San Mauro en Pontevedra, para recordar una muerte -para mí- más dolorosa, aunque mucho menos conocida y difundida por los cada día más vendidos medios de comunicación. ¡Raro que es uno!
Y es que ayer tuve la suerte de participar -en Poio y Pontevedra– en sendos actos de homenaje a la figura de un buen hombre, católico, republicano y nacionalista, para más señas, que hizo más por su tierra natal que esos infaustos líderes gallegos, tan injustamente enaltecidos y que mas bien deberían estar en los peores penales y cárceles del olvido. Se llamaba Alexandre Bóveda y hoy tendría, si viviera, 110 años; pero ya ven, la intolerancia, el envilecimiento y la sinrazón segó a sus 33 –a golpe de cobarde fusil- una vida generosa que como decimos, hizo tanto por el nacionalismo gallego, su independencia y honor.
De la señora no quiero hablar porque en estos luctuosos momentos solo deberíamos recordar sus últimas bienintencionadas apariciones como donante altruista de una ínfima parte de lo que fiscalmente ha defraudado y empresarialmente ha robado, así como de su incipiente defensa de la causa de las personas con discapacidad, cuando no podría, sin embargo, olvidar cómo su enorme fortuna la amasó a partir de la explotación laboral sobre todo en el tercer mundo (recuérdese la explosión de Bangladesh) de la fraudulenta, aunque legal, tributación a través de las SICAVs y de sus evasiones fiscales a Irlanda y otros paraísos fiscales.
Y de ese gran poeta, símbolo donde los haya de la barbarie franquista, cuyo idéntico aniversario de su fusilamiento celebramos hoy, tampoco hablaremos, porque además de no saber aún dónde se hayan sus restos, por la vergonzante oposición al descubrimiento de la verdad y a la justa restauración de la memoria de quienes rezan en los altares a criminales y delatores, mientras permiten que Lorca, sea ya el principal desaparecido de la Guerra Civil Española, Federico García Lorca ya está en el haber positivo de nuestra memoria.
Si deseo que quede hoy nuestro recuerdo para ese mártir gallego -todavía no suficientemente reconocido- que fuera represaliado, como tantas otras personas en España, por hacer frente a ese pernicioso y totalitario fascismo español que fue el franquismo.
* Según la wikipedia, Alexandre Bóveda Iglesias (7 de junio de 1903 en Orense–monte de A Caeira, Poyo, 17 de agosto de 1936 ) fue un político gallego de tendencia nacionalista gallega, fusilado por los sublevados al comienzo de la Guerra Civil Española y uno de los intelectuales más relevantes de la época en Galicia siendo el motor del Partido Galeguista, según palabras del propio Castelao.
* Según sus seguidores Alexandre era un gran galleguista que luchó por un nacionalismo unificador que impulso el Estatuto de autonomía, un brillante y joven economista que llegó a fundar la Caja de Ahorros de Pontevedra, magnífico defensor de la hacienda pública que también diseñó lo que debería ser una banca pública, incansable activista que viajaba para dar a conocer sus ideas, un creyente profundamente católico que siempre creyó en las hermandades de todo tipo y un gran republicano como así nos recordaban esas las banderas de las Hermandades Republicanas Gallegas. Seguramente por ser todo esto la Iglesia oficial quiso olvidarlo anteponiendo su apoyo al franquismo por encima del evangelio que debía defender.
Para Alexandre Bóveda, para sus familiares, amigos y compañeros de lucha de las distintas fundaciones en su honor y asociaciones por la recuperación de la memoria histórica, quede -con estas humildes palabras- mi más sentido homenaje que termino con una de las tres cartas que Bóveda escribió en la madrugada de su muerte y ayer leímos en nuestra oración matutina la gente de las CCP que estámos en estas vacaciones comunitarias. Es la que a las 5,14 horas le escribía a su hermano Vitín en estos términos:
«Yo muero tranquilo; confío en que seré recibido en donde todos queremos juntarnos, y lo hago con alegría y confiando en Dios, este sacrificio. Quise hacer el bien, trabajé por Pontevedra, por Galicia y por la República, y el equivocado juicio de los hombres (que yo perdono y todos debemos perdonar) me condena.
Sé ahora más hombre que nunca, porque es cuando mas lo necesitas, por nuestros padres y por los niños de quien, sin que pudiéramos esperarlo, vas a ser un poco padre.
Confortalos a todos y procura ser siempre bueno. No te arrepientas de cuanto bien tengas hecho y puedas aún hacer.
Vitinciño, a los papás, a Vera, a Carlos, a Cesar, a todos, mis abrazos. Para tí, hermano bueno, el más grande que puedas recibir deAlexandre.
Reza por mí, que yo os recordaré siempre y (si puedo, como espero) intercederé por vosotros.«